(Dios dijo:) Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí
vacía, sino que… será prosperada en aquello para que la envié. Isaías 55:11
¿No es mi palabra como fuego, dice el Señor, y como martillo que quebranta la piedra? Jeremías 23:29
¿No es mi palabra como fuego, dice el Señor, y como martillo que quebranta la piedra? Jeremías 23:29
Cierta noche, en
Brasil, un ladrón entró sigilosamente en una casa. De repente escuchó un ruido
y se escondió debajo de una cama. Sintió mucho miedo porque todos los miembros
de la familia se reunieron en la habitación donde él se había escondido.
El
padre de familia se sentó precisamente en esa cama, tomó un libro y leyó en voz
alta.
Las palabras escuchadas conmocionaron al ladrón. Cuando terminó la
lectura, toda la familia se puso de rodillas para orar.
El padre hablaba como a
un amigo presente. El ladrón nunca había pensado que se podía hablar a Dios con
tanta confianza y libertad.
Luego cada uno se
fue a dormir y el silencio reinó en la casa. El intruso, todavía temblando,
salió de su escondite y rápidamente abandonó la casa sin llevar otra cosa que
el misterioso libro negro que había quedado sobre la mesa. Era una Biblia, la
cual empezó a leer asiduamente.
Poco a poco comprendió que la verdadera
felicidad estaba en ese libro. Al fin un día tomó la decisión de poner su vida
en orden con Dios, creyó en el Señor Jesucristo, le confesó sus pecados y
recibió su perdón.
¿Qué le quedaba
por hacer? Devolver la preciosa Biblia a sus propietarios y contarles su
historia. En la misma habitación, de rodillas, el padre de familia y el ladrón
arrepentido dieron gracias al Señor por haberlos hecho hermanos en Cristo Jesús
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