Por la mañana siembra tu semilla, y
a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto
o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno. Eclesiastés 11:6
En una congregación al sur
de Londres, un domingo, al final del culto, un cristiano se levantó y preguntó
si podía contar su conversión: «Yo vivía en Sídney, Australia. Hace algunos
meses, mientras visitaba a unos primos, caminaba por la calle George cuando de
repente un hombre de pequeña estatura con cabello blanco salió de una tienda y
me dio un tratado, diciéndome: ‘Perdone, señor, ¿es usted salvo? Si muere esta
tarde, ¿irá al cielo?’.