Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación
eterna y buena esperanza por gracia. 2 Tesalonicenses 2:16
Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. 2 Corintios 4:17
Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. 2 Corintios 4:17
Un hermoso día de verano, en la bahía de Biarritz
(Francia), observamos fascinados la habilidad de los surfistas. De pie en su
tabla de windsurf, mantenían el equilibrio sobre la cresta de una ola más alta
que ellos y así eran llevados hasta que la ola se desvanecía en la orilla. ¡Qué
diferencia entre el nadador que es llevado por esas fuertes olas y el surfista
que navega sobre ellas!
Esta es una ilustración de lo que debería ser un
creyente. En vez de dejarnos engullir por las olas de las pruebas y las
dificultades de la vida, fijemos nuestra mirada en nuestro Salvador; así
podremos caminar con él sobre las olas.
Esto fue lo que el apóstol Pablo recordó a los
creyentes de Roma. Las pruebas podrían ser, incluso, un motivo de gozo para
ellos, pues los llevaban a apreciar mucho más su esperanza y a confiar en el
amor de Dios (Romanos 5:3-5)
Hay situaciones en las que podemos experimentar
que él es el “Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras
tribulaciones” (2 Corintios 1:3-4).
Pero sobre todo nos muestra la gloria y la
bienaventurada esperanza que nos aguarda. Así nuestra mirada se fija, no en las
cosas visibles que nos hacen sufrir, sino en el futuro celestial que nos está
esperando, donde no “habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras
cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4)
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