¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió
Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Juan6:28-29
Si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más,
diciéndote: Lávate, y serás limpio? 2 Reyes 5:13
Que Dios haya puesto la salvación
al alcance de todos es una prueba de su amor y de su justicia. Podría haber
impuesto al hombre condiciones severas, pues esta salvación le costó muy caro,
pero no lo hizo. El sacrificio redentor llevado a cabo por Jesús es perfecto;
el hombre no tiene nada que añadir. Pero por orgullo o debido a una enseñanza
errónea, unos intentan participar en su propia salvación. Sin embargo la Biblia
es categórica y pone totalmente de lado el esfuerzo personal en este campo:
“Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su
rescate” (Salmo 49:7).
Para ser salvo debo reconocer que estoy perdido y creer en el valor perfecto que tiene a los ojos de Dios la obra cumplida por Cristo en la cruz. Cuando escuchamos a una persona afirmar: «Es demasiado fácil», sentimos mucha pena. Si la obra de Cristo fuese insuficiente, entonces la salvación no sería posible.
Pensar así es insultar la gracia de Dios, es insultar a Dios mismo. La salvación nos es ofrecida gratuitamente porque alguien pagó en nuestro lugar. Las exigencias divinas debían ser satisfechas, el pecado que nos separaba de Dios tenía que ser expiado, y todo esto sólo fue posible en virtud de la muerte de Cristo. Sólo la sangre de Cristo podía lavarnos de nuestra iniquidad. Lo hizo perfectamente, de manera que no hay nada que añadir.
“Puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25).
Para ser salvo debo reconocer que estoy perdido y creer en el valor perfecto que tiene a los ojos de Dios la obra cumplida por Cristo en la cruz. Cuando escuchamos a una persona afirmar: «Es demasiado fácil», sentimos mucha pena. Si la obra de Cristo fuese insuficiente, entonces la salvación no sería posible.
Pensar así es insultar la gracia de Dios, es insultar a Dios mismo. La salvación nos es ofrecida gratuitamente porque alguien pagó en nuestro lugar. Las exigencias divinas debían ser satisfechas, el pecado que nos separaba de Dios tenía que ser expiado, y todo esto sólo fue posible en virtud de la muerte de Cristo. Sólo la sangre de Cristo podía lavarnos de nuestra iniquidad. Lo hizo perfectamente, de manera que no hay nada que añadir.
“Puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25).
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