Como saber que es Cristiano autentico,
sin tener que ser religioso.
Entréa una clase de Educación de Religión en una escuela pública en Australia y con sonrisa irónica escribí con letras grandes en el pizarrón:
“Yo odio la religión”
“Hombre, en esta clase, lo van a crucificar,” uno de los estudiantes dijo asombrado.
“Pues yo estoy interesado en el Cristianismo verdadero,” respondí.
“Bueno, “¿cuál es la diferencia?” varios me preguntaron.
“Permítanme explicarles,” les dije.
1. Conocer el Propósito de Dios
Es cierto, el cristianismo es una religión, pero uno puede ser religioso sin ser Cristiano. Cristo condenó a los fariseos religiosos porque se escondieron tras una fachada de religión y una moralidad externa.
Parece extraño, pero Dios no es religioso ni tiene una moralidad externa. A Él le importa solo una relación íntima y la realidad. Es decir, desea que tengamos una relación buena con El, al igual que el uno con el otro y con sí mismo. El desea que seamos reales, es decir confesar lo que realmente somos para que el pueda ayudarnos.
Tampoco es el propósito de Dios el hacer a uno bueno. ¡Él quiere hacernos completos, porque solo al punto que seamos hechos completos, podrán nuestras acciones, estilo de vida y relaciones ser sanas!
La religión desea repararnos por fuera. Dios desea repararnos de adentro hacia fuera. Lo primero puede ser una tarea imposible. Lo segundo es lo que nos da la libertad. El Cristianismo no es una serie de reglas y ordenanzas. Es experimentar un amor divino, una aceptación y perdón divino.
Es de ayuda reconocer que Dios no existe solo para castigarnos por los pecados cometidos. De hecho, no importa lo que hayamos hecho o no, él nos ama con un amor eterno y tiene un propósito para nuestra vida. ¡Para esta vida y también para la otra! Cómo Jesús dijo: “De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su único Hijo, para que todo aquel que crea en él, no perezca, sino que tenga vida eterna.”1 También nos dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.”2
2. El problema del hombre
Nos presentamos a otros dando la impresión de que todo anda bien, pero interiormente cada uno de nosotros tiene un problema mayor. Seneca, el filósofo Romano, dijo francamente: “Todos han pecado. Algunos más y otros menos.” La Palabra de Dios está de acuerdo. Dice: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.”3 El pecado, sin embargo, no es solamente el cometer hechos dañosos. Es cualquier cosa que no llegue a la norma perfecta que Dios ha proyectado para nosotros. Esto incluye el guardar rencor y otras emociones negativas, orgullo, celos, motivos mixtos, etcétera. La mayoría de nosotros, también, somos culpables de pecados de omisión; es decir, no practicando lo que sabemos es nuestro deber y lo que se debe hacer.4
Otro concepto erróneo acerca de Dios es que el solo nos quiere castigar por nuestros pecados. La realidad es que el castigo del pecado es iniciado por nosotros mismos porque el pecado tiene sus consecuencias naturales. Por ejemplo, cuando uno quiebra la ley universal de la gravedad, no podemos. Nos quebrara. Tampoco podemos quebrar la ley moral de Dios. Cuando lo hacemos, nos quiebra, y además sus efectos dolorosos en esta vida —sufrimientos, pena, enfermedades y muerte espiritual—ultimadamente traen la consecuencia de muerte eterna o separación de Dios.5
Parecemos una bombilla quemada o “muerta” que no puede responder a su fuerza eléctrica. Y porque estamos muertos espiritualmente, no podemos responder al amor de Dios ni a su poder sin primeramente ser reparado por El. Además, a causa de nuestra muerte espiritual, es imposible salvarnos a nosotros mismos. Solo Dios lo puede hacer. Por esto, todas las obras buenas en el mundo no pueden darnos la vida en Dios. Solamente cuando reconozcamos y confesemos esto será posible que Dios nos pueda “reparar.”
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