La sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios;
pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos. 1 Corintios 3:19
Todos
compareceremos ante el tribunal de Cristo. Romanos 14:10
Un día soleado, cuatro
estudiantes decidieron no asistir a clase. Al día siguiente se excusaron ante su
joven profesora diciendo que se les había pinchado una rueda en su coche. Se
sintieron aliviados cuando ella les respondió sonriendo: «No se preocupen por
los deberes de ayer. Les voy a hacer preguntas sobre otro tema. Siéntense en sus
lugares, tomen una hoja y un bolígrafo».
Los estudiantes se sintieron bastante
satisfechos por su astucia. «Ésta es la primera pregunta», dijo la profesora:
¿Cuál de las cuatro llantas se pinchó?». Ya podemos imaginarnos el
resto…
Esta anécdota ilustra los límites de la mentira. Tarde o temprano ésta
se descubre; entonces viene el ridículo y la vergüenza. Pero, hay más que esto.
La verdad es uno de los atributos de Dios, de manera que cuando mentimos, lo
ofendemos. Un día desvelará todo lo falso. Si no es en esta tierra, será ante el
tribunal de Dios, cuando cada uno le rendirá cuentas de lo que haya hecho
(Romanos 14:10-12).
A veces estamos muy tentados a decir sólo una parte de la
verdad para salvaguardar nuestros intereses, nuestra reputación, o escapar del
sufrimiento. Nunca olvidemos que Dios nos ve. Si hemos mentido, confesemos la
falta y pidamos perdón a la persona a quien mentimos y al Señor.
Es una etapa
humillante, pero indispensable para liberar nuestra conciencia y volver a tener
comunión con Dios. El Espíritu de Dios es un Espíritu de verdad. Él quiere
guiarnos en los caminos de rectitud, para la gloria del Señor Jesús y para
nuestra libertad.
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