domingo, 3 de noviembre de 2013

Rechazar, escoger, sostenerse

Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado… Se sostuvo como viendo al Invisible. Hebreos 11:24-2


Los padres de Moisés no temieron el decreto del rey que exigía echar al río Nilo a todo niño recién nacido (Hebreos 11:23). Por la fe vencieron el miedo a los hombres. Moisés mismo triunfó sobre todo lo que el mundo le ofrecía en abundancia, lo cual es aún más notable.

“Y fue Moisés enseñado en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras” (Hechos 7:22)

Era un hombre con grandes capacidades, muy instruido en toda la ciencia del país, cuya cultura dominaba el mundo antiguo. Tenía una posición muy alta, pues era, por adopción, hijo de la hija de Faraón. Eso quería decir que era heredero potencial al trono.

Pero “hecho grande”, cuando hubiese podido aprovechar sus capacidades y su relación con la alta sociedad, dio la espalda a la gloria del mundo e hizo una elección extraordinaria: ¡rechazó su puesto en la corte del Faraón! Sabía que en Egipto un pueblo de extranjeros despreciado y esclavizado se agotaba produciendo ladrillos bajo el látigo de los despiadados egipcios. 

Ese pueblo era el pueblo de Dios. Moisés escogió participar con ellos en esa triste situación en vez de “gozar de los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:25)

Mucho más allá de los tesoros de Egipto, veía “la tierra que está lejos” (Isaías 33:17).
 

Cristianos, al igual que Moisés, sepamos rechazar los favores del mundo y hacer la buena elección, sosteniéndonos “como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27), es decir, Dios revelado como el Padre mediante Jesucristo.

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