Al huérfano y a la viuda sostiene. Salmo 146:9
Betsy
Moody quedó viuda a los 36 años de edad. Esta madre de siete hijos dio a luz a
gemelos poco después de la muerte de su marido, quien además la dejó llena de
deudas. Los acreedores la acosaban al punto de quitarle incluso la leña que
tenía para calentarse en el duro invierno del norte de los Estados Unidos.
Betsy estaba sumergida en la tristeza y se sentía desamparada. ¿Cómo
alimentaría y vestiría a todos sus hijos? Sin embargo se negó a darlos a otras
familias, como le aconsejaban algunos. Ella creía en Dios y le expuso su pena.
Un día, cuando abrió la Biblia, sus ojos se detuvieron en este versículo: “Deja
tus huérfanos, yo los criaré” (Jeremías 49:11).
Betsy comprendió que era una
respuesta personal de Dios, la promesa de que él la ayudaría. Y eso fue lo que
hizo por medio de la gente que la rodeaba. Al final de su vida escribió lo
siguiente: «A menudo pienso en la bondad que Dios me manifestó a lo largo de mi
vida».
Ante su tumba, su hijo Dwight, gran predicador del siglo XIX (19),
pronunció estas palabras: «Durante el primer año después de la muerte de mi
padre, mi madre siempre se dormía llorando, pero cuando estaba con nosotros,
siempre se mostraba alegre. Aquí pueden ver su Biblia, tan gastada. De este
Libro sacó todo lo que nos enseñó. Si mi madre fue de bendición para los que la rodeaban, era porque bebió de esta
fuente durante 50 años. La luz de la viuda Moody brilló en esa casa, situada en
la colina. ¡Madre, cuánto te amamos! Adiós, hasta muy pronto, madre».
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