En vez de tomar hoy un descanso para beber una tacita de café,
¡dedícalo a alabar al Señor!
Haz
una pausa en tu día para reconocer todas las formas en que Dios ha sido bueno
contigo, no tanto en lo general como en lo específico. Agradécele lo que está haciendo
en tu vida, en este momento, donde te encuentres.
No existe en lo absoluto algo demasiado
grande o pequeño, que te haga digno de alabanza. Todas las cosas buenas que
posees y experimentas, a fin de cuentas, provienen de Dios. A veces las
bendiciones llegan directamente, y en otras ocasiones a través de talentos y
destrezas de otros que son inspirados o capacitados por Él.
¡Eleva tu alabanza por aquellas cosas que
ves y están a tu alcance!
Tu lista de alabanza podría incluir:
o La ayuda recibida al escribir ese
importante memorándum
o Una secretaria talentosa, bondadosa y
eficaz
o La invención de sujetapapeles y
engrapadoras
o Una ventana a través de la cual puedes
observar el mundo
o Una aspiradora
o Horno microondas
o Zapatos
o Árboles a punto de florecer
o Acceso inmediato a información vital
o Mecánicos de computadoras
o Una máquina copiadora que nunca falla
o El cartero que llegó cinco minutos atrasados, y eso te proporcionó
tiempo para buscar un sello postal
o Una entrevista cordial
o Colegas dispuestos
o Alfombras, y chicos que no olvidan
usarlas
o Un pastel que sobrevivió el golpe de
una puerta
o Una llamada telefónica efectuada
o Corrector de palabras
o Buena salud
o Trabajo que satisface
o Una familia amorosa y buenos amigos
Mira a tu alrededor, hacia arriba, hacia
abajo. ¡Siempre habrá motivos para estar agradecidos!
FUENTE:
Un café con Dios. Un Devocionario. Editorial Unilit. Miami, Fl. 33172
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